(Moscú, 4 de diciembre de 1866- Neuilly-sur-Seine, 13 de diciembre de 1944)
« Toda obra de arte es hija
de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sentimientos ». Con esta
sentencia Wassily Kandinsky inicia su ensayo. Pudiera parecer que su punto de
partida es de un relativismo cultural finalista. Nada más lejos, Kandinsky
entiende el arte como interacción dialéctica en dos sentidos: con el mundo que
rodea al artista, con la misma historia del arte.
El objetivo ha sido siempre
el mismo: lo esencial, es decir, la renuncia y el alejamiento de la
contingencia externa. Este alejamiento de lo material abre el paso a lo
espiritual, un nuevo camino, a la fuerza doloroso por iniciático, incierto por
desconocido. Con esta posición Kandinsky rechaza los esfuerzos del artista por
imitar: de la imitación resulta un arte muerto al nacer, sin potencia de
futuro.
El arte espiritual es
evolutivo pero no progresivo, los cambios son traumáticos, no hay adición de
conocimientos o experiencias, sino cesura y nuevo punto de partida más cerca
del objetivo, a veces el esfuerzo artístico será como la condena de Sísifo, una
mezcla de soledad, angustia y búsqueda en la repetición.
Frente a la primitiva
pregunta ¿Cómo?, Kandinsky refuta con otra ¿Qué? Y la respuesta a esta pregunta
no está en los principios externos que hasta ahora han servido para explicar la
Historia del Arte. Las nuevas respuestas se han de buscar en otro sitio. Cuando
el hombre aparta la mirada de lo exterior, lo único que le queda es sí mismo.
Iniciamos de esa manera el camino hacia la abstracción, hacia « una vibración »
sin objeto, o el objeto como lejano referente. Dos ejemplos: Matissse y
Picasso, que partieron de la figura humana pero, el primero dio primacía al
color y el último a la forma, destruyeron el objeto material para crear una
nueva realidad.
Kandinsky no olvida el
aspecto físico de la pintura, el color y la forma. Ambos despiertan un sonido
interior, sea por asociación o por desarrollo de la sensibilidad. La armonía de
estos elementos debe buscar el contacto adecuado con el alma, lo que Kandinsky
llama el principio de necesidad interior.
¿Pero qué es el principio de
necesidad interior?
Kandinsky es consciente que
en el arte la teoría nunca va por delante arrastrando tras sí la praxis; sino
que sucede lo contrario. La pintura está en los comienzos de la emancipación de
naturaleza, de la utilización independiente de la forma y el color.
« De lo espiritual en el
arte » apareció en 1912. Kandisky tenía 44 años y tardó diez en escribirlo.
Esta obra es una guía para comprender, interpretar y sentir, el arte de los
últimos cien año
« Nuestra alma, que después
de un largo periodo materialista se encuentra aún en los comienzos del
despertar, contiene gérmenes de la desesperación, de la falta de fe, de la
falta de meta y de sentido »
« Cada cuadro encierra
misteriosamente toda una vida con muchos sufrimientos, dudas, horas de
entusiasmo y de luz. ¿Hacia dónde se dirige esta vida? »
« Este « qué » es el
contenido que sólo el arte puede tener, y que sólo el arte puede expresar
claramente por los medios que le son exclusivamente propios. »
« La ineludible voluntad de
expresión de lo objetivo es la fuerza que aquí llamamos necesidad interior y
que hoy pide una forma general y mañana otra
« En aquel tiempo tuve dos
experiencias que marcaron toda mi vida y me conmocionaron hasta el fondo. La
primera fue la exposición francesa en Moscú -en primer lugar el « Montón de
Heno » de Claude Monet- y una representación de Wagner en el teatro imperial de
Lohengrin.»
« El arte no es más que una
forma de expresión diferente de las fuerzas psíquicas, que ancladas en el mismo
proceso condicionan el fenómeno de la religión y de las ideologías cambiantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario